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Un Sacrificio Perfecto, Único y Reconciliador

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Es quizá el libro de Hebreos el libro bíblico que expone de mejor manera el alcance y la profundidad del sacrificio de Cristo. Siendo este sacrificio una vez y para siempre, provee al creyente la certeza y seguridad de perdón y purificación de los pecados a través de la obra consumada en la muerte y resurrección de Jesucristo.

El presente trabajo pretende identificar cuáles son las cualidades en el sacrificio de Cristo expuesto en el capítulo diez del libro de Hebreos y sus diferencias con los sacrificios en el Antiguo Testamento.

Parte de la importancia de este escrito es conocer y comprender en base a la información necesaria recolectada en diversos libros, cómo detalla y desarrolla el autor del libro de Hebreos en el capítulo diez el sacrificio de Jesucristo.

I. Un Sacrificio Perfecto
Warren W. Wiersbe narra una historia sobre el entendimiento del sacrificio de Cristo en uno de sus libros, de la siguiente manera:

Un joven, buscando con qué entretenerse, decidió leer un libro de la biblioteca de la familia. Su madre era creyente devota, así que el joven sabía que habría un sermón al principio del libro y una aplicación al final. También esperaba encontrar algunas historias interesantes.

Mientras leía el libro encontró la frase “la obra consumada de Cristo”. Le impresionó mucho – “la obra consumada de Cristo”.

“¿Por qué usa esa expresión el autor?”, se preguntaba.

“¿Por qué no decir: la expiación o la propiciación de Cristo?” (Se puede ver que el joven conocía los términos bíblicos, pero no conocía al Salvador). Luego las palabras “consumado es” iluminaron su mente y comprendió entonces que la obra de salvación fue concluida.

“Si toda la obra fue consumada y toda deuda pagada, ¿qué me resta hacer?” El sabía la respuesta y cayó de rodillas para recibir al Salvador y el perdón completo de sus pecados. Así es como J. Hudson Taylor, fundador de la Misión al Interior de la China, llegó a ser salvo.1

Es pues, a través de esta obra consumada que muchos han logrado entender y comprender que el sacrificio de Jesucristo proveyó una vez y para siempre el perdón completo de los pecados. Pero ¿por qué el sacrificio de Cristo fue suficiente para proveer del perdón de pecados y por qué los sacrificios antes de este, no?

Quizás un sacrificio diferente era necesario para calmar la ira de Dios y solo un sacrificio perfecto podía hacerlo. Esta clase de ira es la que el Doctor Ernesto Johnson describe de la siguiente manera:

La ira de Dios es muy equilibrada, es judicial, ya que Dios es santo, es justo para con sus criaturas. Él busca la manera de amar, de recibir y hasta de perdonar. Pero cuando el hombre levanta el puño en la cara de Dios, la ira divina se presenta, porque su santidad, su justicia no le permite pasar por alto, ni hacerse de la vista gorda a lo que el hombre es y hace.

Vemos entonces que al adentrarse en la lectura del capítulo 10 de Hebreos,3 el escritor presenta la obra del sacrificio de Cristo frente al pecado, siendo necesario bajo la comprensión del hecho de que el pecado mantenía en esclavitud y cautiverio, y por lo tanto, era necesaria una expiación que solo podía presentarse mediante un sacrificio perfecto: el sacrificio de Cristo.

Era necesario también que fuera un sacrificio que pudiera hacer frente de una vez y para siempre al pecado. Al seguir los primeros versículos del capítulo, notamos que en buena medida estos tratan sobre la parte que correspondía a la ley, incluyéndola en el primer versículo del capítulo.

En referencia a estos primeros versículos, el autor Gonzalo Sandoval dice que “la ley es simplemente una sombra de lo verdadero, una silueta sin realidad ni sustancia (v.1)”. Pero, aunque no está siendo menospreciada la ley debido al cumplimiento de su propósito, sí trata de mostrar que el nuevo sacrificio es más eficiente que el anterior. El mismo Gonzalo Sandoval dice a propósito de los versículos tres y cuatro que “…estos sacrificios sólo servían para recordarles su pecado (v.3), pero no lo quitaban (v.4)”.

Según Warren W. Wiersbe, vemos que en este mismo capítulo, pero en los versículos seis al ocho, “el escritor dice dos veces que Dios no se agradó de los sacrificios del Antiguo Pacto”. Sin embargo, esto no significa que los antiguos sacrificios fueran malos, ni que aquellos adoradores sinceros no recibieran provecho al obedecer la ley de Dios, solo quiere decir que Dios no se deleitó en los sacrificios en sí mismos, sino que su deleite estaba en los corazones obedientes de estos adoradores.

Acerca del versículo nueve podemos ver que el sistema antiguo y repetitivo de los sacrificios fue quitado para dar paso al sacrificio nuevo (e incomparable) que Cristo hizo una vez para siempre al cumplir obedientemente la voluntad de Dios. Al mismo tiempo, encontramos en el versículo diez que la santificación se refiere al constante proceso de “hacer santos” a los creyentes, apartados del pecado para acercarlos a Dios.

Al visualizar lo anterior, podemos contemplar que en esta primera parte el sistema antiguo era inadecuado, y por tanto se eliminó para establecer el nuevo. Siendo a base de un sacrificio voluntario y al mismo tiempo, más eficiente.

II. Un Sacrificio Único
El sacrificio de Cristo también es un sacrificio único. Y es único en el sentido de que no hay (ni habrá jamás) un sacrificio que cumpla en su totalidad y con la misma tonalidad con los requisitos sacrificiales como el sacrificio único y perfecto de Cristo.

Al adentrarnos en los versículos once y doce del capítulo diez, podemos ver cómo contrastan los sacrificios antiguos con el sacrificio de Cristo. John MacArthur dice en relación de estos dos versículos que hay un claro contraste entre lo viejo y lo nuevo:

Miles de sacerdotes frente a un solo Sacerdote, los sacerdotes de antes puestos de pie todo el tiempo mientras que el nuevo permanece sentado, ofrendas reiteradas a diferencia de un solo sacrificio para siempre, y los sacrificios ineficaces que solo cubrían el pecado frente al sacrificio eficaz que quita por completo el pecado.

A partir de este sacrificio único, el Señor está en espera del día en que toda creación reconocerá su señorío y todos sean puestos por estrado de sus pies (v.13).

Como parte del contraste vislumbrado entre los sacrificios antiguos y el sacrificio único de Cristo, encontramos que en el nuevo pacto o la dispensación del evangelio, existe ese perdón pleno y definitivo. Lo que significa que hay una gran diferencia del pacto nuevo respecto del antiguo. En el antiguo pacto los sacrificios debían repetirse constantemente, y después de todo, se alcanzaba a través de ellos perdón sólo en este mundo. Entre tanto que en el nuevo, solo fue necesario un solo sacrificio para el perdón espiritual de toda nación y en cada era, siendo librado del castigo en el mundo venidero.

Con la aseveración de un solo sacrificio, este pasaje se hila con el versículo 14, entendiendo que esta única ofrenda (sacrificio) trajo perfección de una vez y para siempre a los santificados. Warren W Wiersbe lo dice de esta manera: “Los que han confiado en él no tiene por qué temer, porque han sido hechos perfectos para siempre”.

Surge una interrogante en relación al versículo anterior, ¿cómo estar seguros de tener tan perfecta posición ante Dios? Entonces, se observa que de los versículos quince al dieciocho existe la seguridad de esta posición debido al testimonio del Espíritu Santo por medio de la Palabra de Dios. Entonces, el testimonio se basa a través de la obra del Hijo y dándose por medio de las Escrituras. Y así como no hay más ofrenda por el pecado, no hay más memoria de él (v.18).

Una ilustración a este último versículo lo encontramos en las palabras de Warren W. Wiersbe al contar una experiencia al respecto:

Una vez participé en una conferencia con un excelente siquiatra cristiano cuyos discursos eran muy fieles a la Palabra de Dios. “El problema de la psiquiatría”, me dijo, “es que sólo puede tratar los síntomas. Un psiquiatra puede quitar los sentimientos de culpa, pero no la culpa. Es semejante a un joven que se endroga para olvidar sus problemas. El paciente puede terminar sintiéndose mejor, pero tendrá dos problemas en vez de uno.

La historia es diferente cuando un pecador viene a Cristo. Él no sólo es perdonado por sus pecados, sino que también toda la culpa por sus pecados es quitada una vez y para siempre.

III. Un Sacrificio Reconciliador
Los versículos diecinueve al veintiuno muestran que Cristo abrió un camino para llegar al Padre y, por lo tanto, puede acercársele confiadamente. El creyente tiene ahora no sólo la libertad (v.19), sino también un camino abierto (v.20) y un gran sacerdote (v.21).

Kistemaker dice con relación a estos versículos que los creyentes “están absolutamente seguros, ya que tienen un gran sacerdote que los representa, este gran sacerdote nunca pierde de vista a los que pertenecen a la casa de Dios, puesto que él y ellos pertenecen a la misma familia”.

Que mayor seguridad que esta, el creyente “ha recibido una doble certeza de que puede acercarse a Dios; primeramente, porque tiene confianza por medio de la sangre derramada de cristo; en segundo lugar, porque Jesús es el “gran sacerdote sobre la casa de Dios”.

Casi al final del capítulo 10, en los siguientes versículos, la triada fe, esperanza y amor claramente es destacada en los versículos veintidós, veintitrés y veinticuatro.1 “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe…” (v.22). “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza…” (v.23). “Y considerémonos unos a otros…” (v.24).

Una advertencia viene precisamente después de los versículos veintidós al veinticuatro, y se encuentra en los versículos del veintiséis al treinta y uno. La advertencia es hacia aquellos que tienen “una actitud que conduce a la desobediencia constante”. Escrita para describir que hay quienes en vez de mostrar una firme profesión de fe, esperanza y amor, se han descarriado viviendo de tal forma que con sus acciones y actitudes deshonran al nombre de Cristo y de la iglesia.

De los versículos treinta y dos al treinta y nueve el escritor de Hebreos “prosiguió con palabras de ánimo y confirmación. Sus lectores habían dado toda evidencia de que eran verdaderos creyentes. No esperaba él que ellos despreciaran la Palabra de Dios y que experimentaran el castigo divino”.

También se puede observar que los lectores del libro de Hebreos “…habían estado en un tiempo dispuestos a sufrir afrenta y persecución, y aun el despojo de sus bienes. Cuando la persecución para ellos disminuía, se identificaban gustosamente con otros creyentes que estaban en peligro, aun al punto de compartir sus cadenas (prisiones). Entonces tenían gran confianza y esperanza; pero ahora estaban en peligro de desechar aquella confianza y volver a su antigua religión”.

Conclusión
Hemos visto que el sacrificio de Cristo en la cruz es un sacrificio perfecto, único y que trajo reconciliación con Dios. El capítulo 10 del libro de Hebreos muestra cómo estas cualidades estuvieron por encima de los sacrificios antiguos y, por tanto, fue un sacrificio mejor y más eficaz que cualquier otro

Entonces, el sacrificio de Cristo es un sacrificio eficaz, y a exhortación para cada creyente es a continuar siendo fieles hasta el fin, sin retroceder. En ese sentido, las palabras de Simon J. Kistemaker son apropiadas al decir que: “La Epístola a los Hebreos es una carta de aliento y admonición para todos aquellos que han confesado a Cristo como Salvador. Que nadie retroceda y renuncie a Cristo. Darle las espaldas lleva a la condenación y la destrucción. ¿Caen y se apartan los verdaderos creyentes? No, por medio de su Palabra y de su Espíritu, Dios los capacita para que sigan siendo fieles hasta el fin”.

Por: Omar García